jueves, 30 de diciembre de 2010

Algo huele a podrido... (y no he sido yo)

Durante sus vacaciones en Marbella con su esposa, el capo Andreotti vió como le truncaban uno de los negocios en los que más esfuerzo había invertido, y es que resulta, que dos dos individuos hasta arriba de cocaina le habían incendiado un burdel de su propiedad, situado en el municipio de Carapito, en Guadalajara. Era uno de los negocios más “legales”  que poseía, y de cara al seguro, estaba obligado a personarse en el lugar, para aclarar que él nada tenia que ver con los dos transtornados clientes que le incendiaron el local. Además el incidente nada tenía que ver con ajustes de cuentas ni con ninguna otra organización criminal de la zona, simplemente eran un joven, regordete, con gafas y pelo pincho, y un señor de unos 50 y pico años, pelo blanco, y ya muy consumido, que venían en coche desde un pueblo de Soria. Dos guardias civiles les habían detenido pocos  metros antes de llegar al cruce que llevaba al burdel, y les denunciaron por los fogonazos que provenían de los neones instalados en el automóvil. El mayor de los dos, curtido en mil batallas y posiblemente dolorido por tristes episodios previos con la benemérita como protagonistas, lanzó dos estrellas ninjas contra los agentes, y se dieron a la fuga con las luces apagadas y campo a través por los cultivos de cereal hasta conseguirles despistar. Al llegar al negocio, recargaron fuerzas en el espejo que guardaban en la guantera y salieron decididos a ligar en ese disco pub con luces de neon violeta cuyo zumbido parecía el bufido de un toro.  Dentro la cosa no fue bien, así que les pareció oportuno rociar la entrada con diesel plus y darle fuego.  Al poco rato llegó la policia y les encontró bailando, el joven semidesnudo y sobre su propio vehiculo y el mayor gritando contra Kazajistán mientras las llamas deboraban el inmueble.

La historia sonaba surrealista a todas luces, pero Andreotti tenía que justificarlo y salvar como buenamente pudiera uno de sus más prósperos negocios. Andreotti hubiera dejado al mando de toda la delegación napolitana de su residencia en Marbella a Nelson Otero, un paraguayo mano derecha en la organización, pero Nelson era tan celebre en las calles por su habilidad para ver las oportunidades como por sus nunca confirmados affaires con la señora de Andreotti. Por tanto, prefirió llevarse consigo a Nelson hasta Carapito, y dejar al cargo de la casa y su familia al poco agraciado “Penettone”.

La decisión de ausentarse, no fue bien recibida por “Maggie”, que montó en cólera, estampando todo cuanto encontró a su alcance. “Maggie” estaba ya harta de todos los desplantes de sus esposo, y de la poca libertad que éste le brindaba. Nunca se había imaginado una vida así cuando mientras decidió que tenía que ser su marido cuando realizaba la declaración de la renta para el señor Andreotti y vio la cantidad de dinero que éste manejaba. Su vida se limitaba a cortos paseos acompañada de 4 guardaespaldas, y lo más excitante de cada mes era su visita a Milán, y escuchar las propuestas de su buen amigo el célebre diseñador Gonzannoni, el único hombre al que se le permitía visitar, y sólo a raiz de que se publicaran sus fotos robadas durante sus ultimas vacaciones en Marina D´Or en clara actitud homosexual.

En esta situación, y tras beberse en dos tragos una botella de champaña, Maggie y el Penettone enseguida encontraron puntos en común para su escala en la organización. El plan era perfecto, buscar a uno de los raterillos más conocidos de la zona, y colocarlo en la primera plana de los estorbos de Andreotti. Cuando éste menos lo esperase, y estuviese centrado en acabar con el vulgar maleante, asestar el golpe de efecto y hacerse con el control.  Pero todo se había torcido en el Café Amoroso, cuando George salió por patas con sus dos nuevos compañeros de aventuras. Además Antuan Gneta siempre era un peligro para ellos, ya que raro era el rumor que no había circulado por sus oidos, así que mientras más lejos estuviera de Andreotti y sus hombres, más seguros estarían.

Desde aquel momento, el plan daba un giro de 180º, y colaborar entre todos quizá fuera la mejor y única opción. Además a nadie le amarga un dulce, y en el patrimonio de “Petto di Polio” hay unos cuantos. Así las cosas, poco costó a “il Pennettone” convencer a los tres necesitados mercenarios.

El lugar, una gasolinera ya olvidada en una carretera cortada en medio de un mar de trigo. Los surtidores oxidados, los cristados arpados y los cables colgando daban la tranquilidad necesaria para no esperar a nadie que no estuviera realmente citado. La mañana se presentaba fria, el viento pegaba en la cara de nuestros protagonistas. Todo estaba preparado, George yacía en el suelo, con la cara amoratada fruto de la consentida paliza que había sufrido para dotar de mayor realismo al asunto. Portelli miraba desde el coche de Il Pennetone la triste estampa mientras bebia leche con cocaina, ya que el café le alteraba en exceso. Antuan Gneta estaba entre el trigo, escondido para detonar el pequeño artefacto explosivo preparado en el interior de la C15. Y Andreotti, venía de camino con sus hombres de confianza para conocer de primera mano al ratero que había sido capaz de hacerle perder 18 toneladas en sacos de té provenientes de la India, que no llevaban precisamente té. Todo era perfecto, y si el frio ambiente no hubiese llenado de mocos las narices de todos los alli presentes, podría decirse que el ambiente olía a leyenda…



viernes, 17 de diciembre de 2010

io sono el ttone, PENEttone

 

Luciano y George no podían acabar de creerselo, no salían de un lío y se veían metido en otro más gordo, y con un tipo de la peor calaña. Y es que Mammadou Sessé Dubu era uno de esos que pocos han visto, porque pocos han podido contarlo después,  y que precisamente ese hecho, el misterio y el canguelo que emitía el fulano engrandecía el mito. 

Mientras los dos bigardos, entre risas, les metían a empujones a una furgoneta, más limpia que la C-15, todo hay que decirlo, estos 3 balas perdidas permanecían callados, haciendo memoria de cualquier hecho pasado lo suficientemente grave, sin tener en cuenta el asuntillo con Maggie; el cual era demasiado reciente como para haberse hecho público, que les hubiese valido un interrogatorio con il PENEttone, el "Sr lobo" personal de Petto di Pollo, alguien que sólo sale a la luz cuando hay algo importante que saber o solucionar. Y tenía sus métodos, mientras que otros interrogadores "pofesionales" se dedican a cortar dedos con cizallas, soltar hostias, provocar quemaduras y demás formas gratuitas de causar dolor, il PENEttone era más de introducir que de cortar. Una vez que uno sabía eso, no quería preguntar más. 

Estuvieron en carretera alrededor de 25 minutos, al principio todavía se escuchaba bullicio, además que era día de mercadillo y todo el mundo había salido a la calle a comprar calcetines para el invierno. Calcularon que se habían alejado de la ciudad unos 20 km, no más, pero aún así distancia suficiente como para estar aislados de cualquiera que pudiese oir sus gritos. 

Les bajaron de la furgoneta, primero a Antuan, que por fin había conseguido subirse los pantalones, y después Torrini y Portelli, manteniendo rostro serio, pero cagados de miedo, algo que se le notaba especialmente a Portelli, porque a diferencia de George, estaba sereno, pero el mono de puro no perdonaba.  Los gorilotas les sentaron a cada uno en una silla a cual más incomoda, con una nada prometedora abertura en mitad del asiento, y se marcharon. 

Pasaban los minutos, y allí nadie aparecia. El silencio era tan incómodo como largo. Al final George Abrió la boca. Resulta que un mes atrás, había hecho un trabajillo por su cuenta, nada serio, simplemente para matar el tiempo y soltar un poco de adrenalina. Un robo rápido a un pobre infeliz con bombín y maletín, solo le faltaba la palabra guiri tatuada en la frente. En ese maletín solo había un cuaderno con un montón de numeracos que a George le sonaban a chino,él solo entendía el 1=60 y 2 =100, bastante tenía con saber en que día vivía, siempre comentaba. Además del cuaderno había un ordenador portatil, de esos que se utilizan para ver pornografía, y claro, como George no era gran amante de las nuevas tecnologías, y sí del olor de los billetes, tardó poco en venderlo a Hassan el Hispano, un usurero de tres al cuarto, un tío con sólo dos temas de conversación, la de ¿cuanto pides por esto? y la del vino de su rioja natal, a saber porque demonios acabó aquí. 

Ni Portelli ni Gneta eran en absoluto unas lumbreras, pero pronto empezaron a pensar que George, aún sin querer, con su pequeña travesura,  les había dado por el culo tan fuerte que hasta les dolía el paladar....

Pasaron pocos minutos hasta que apareció alguien a quien no habían visto antes, no mediría más de 1,60m, flacucho, moreno de pelo y  piel y con cara de estar vacío por dentro. camisa de manga corta, y pantalones pesqueros, levantados sobremanera por unos tirantes cruzados de esos que no se veían desde hacía décadas. A pesar de lo ridículo de la apariencia, los tres sabían a quien tenían enfrente. 

-¿ Quién de ustedes, caballeros, ha sido tan estúpido como para atracar al contable del señor Andreotti, o Petto di Pollo, si ustedes prefieren?

Ninguno de los 3 abrió la boca, aunque Antuan tuvo que morderse la lengua para no empezar a cantar como un jilguero.

-Quizás puedan contestarme a esto, y así evitar que deba ponerme extra-serio con ustedes, ¿Quién ha sido tan estúpido como para rechazar a una dama como Maggie?

Antuan no pudo más, y empezó a gritar como un poseso, 

-¡¡¡Torrini, ha sido ese figlio di puttana!!!

PENEttone esbozó una sonrisa, miró a los 3 detenidamente, suspiró, sacó de una bolsa de deporte que había traido con él algo parecido a una piña, solo que metálica y algo oxidada, y se acercó hacia Torrini, el cual tragó saliva y aguanto la respiración como si fuese la última bocanada que tomaba en su vida. 

- te voy a dar dos opciones chico-dijo antes de tomar unos segundos para encender un cigarrillo- primera, dejas de apretar el culo para que mi amiguita pueda hacer su trabajo.... o- dejando unos segundos para poder oler el miedo, por llamarlo así, de estos 3 pobres balas- Sigues ayudandome así de bien a joder a ese maldito baboso de Petto di Pollo. 

La cara de sorpresa que se les quedó a los tres fue irrepetible, y es que, Torrini, y por ende, Gneta y Portelli,  sin darse cuenta, había sido peones de una conspiración para cambiar el poder de manos, y de la cual solo Maggie y PENEttone estaban al tanto, los detalles, deberían esperar a otro momento....

martes, 14 de diciembre de 2010

Ópera Bufa en Frosinone

Si en ese preciso instante y en ese lugar André Breton hubiera resucitado se hubiera podido volver a la tumba tranquilo: una C-15 matrícula de Pontevedra corriendo por las calles de Nápoles al son del Canon de Pachavel, sin duda eso era digno de su Manifiesto Surrealista (y con guiños a Marinetti y el futurismo...).

Al cabo de unos instantes que se hicieron eternos ya estaban en el extraradio de Nápoles, la escena era prodigiosa: Antuan Gneta a los mandos sin saber donde se había metido y sin saber donde iban, Portelli pensando en el último puro que había dejado medio encendido en el Amoroso, George Torrini tirado en la C-15 viendo bloques a cual más feo pasar. Nadie hablaba con nadie y una vez se acabó el canon de Pachavel empezó a sonar por defecto Radio Clásica Italia, la única emisora que sintonizaba aquel coche... Der Hölle Rache krocht in meinem Herzen a toda leche. Portelli pensó en ese instante que aquella C-15 no era lo suficientemente digno para escuchar la Flauta Mágica. Aquella C-15 de Pontevedra con 3 matones y/o camellos de baja estampa por las carreteras de Campania se había puesto a competir con la Scala, la Fenice o el Liceu de Barcelona (lugar que reportaba buenos recuerdos a Portelli, en una breve estancia en la ciudad, cuando el barrio Chino era más que una sucesión de bares de falafel le asignaron una esquina del Teatro para trapichear y sacarse un dinero extra que no tardaba en gastar con alguna de las prostitutas que esperaban la llegada de barcos al Port Vell...). Cuando Portelli volvió en si ya sonaba Papagena!, Papageno el final de la obra de Mozart y un cartel les anunciaba que se encontraban en Frosinone ya en el Lazio y a medio camino de Roma. Portelli no podía más pidió que a Antuan Gneta que parara el coche en la gasolinera de la entrada: necesitaba puros.

Aquella era la típica gasolinera a la entrada de un pueblo, por el que hacía décadas que la creación de la autopista había sacado la mayor parte del tráfico. Los 3 inesperados compañeros de viaje bajaron de la C-15, la verdad que tenían ganas, Antuan se dirigió al lavabo, Torrini se quedó en la cafetería y Portelli se dirigió hacia la tienda a comprar mercancía. Torrini no tardó ni 10 segundos que allí no tenían Bourbon del bueno, pero había escuchado maravillas del Ron Velero y también del Vodka Impala, que presidían la vitrina llena de polvo de aquel bar de putas y camioneros... Pidió un Velero Cola y se lo bebió del trago, luego pensó y pidió al camarero que dejase la botella a su vera. Al rato vino Portelli con su Faria ya encendida, estaba feliz ya que habían huido y había encontrado puritos, se pidió un Impala limón y rompieron el silencio con el que habían salido de Nápoles... Lucinao Portelli le explicó a Torrini su teoría sobre los días en los que es mejor no levantarse y también como él había aprendido a descubrir el futuro mezclando los posos de los litros de café que tomaba junto con la ceniza de la plantación de tabaco que fumaba cada día y la última vez le dijo que venían malos tiempos. Torrini consideraba que aquellos no eran buenos tiempos para la lírica pero por una vez hizo caso a lo que le decía Portelli... Maggie da Silva debía estar furiosa, un mindundi como él había dañado el ego de toda una mujerona casa con "Petto di Polio", por suerte para ellos (pensaba) Maggie no podía contarle lo sucedido a "Petto di Polio", puesto que este sospecharía de ella y la Mamma di Napoli podría perder su trono...

Fue en ese instante cuando entraron 2 tipos cuadrados marcando músculo con sus camisetas ajustados que se dirigían al lavabo. Portelli le dijo a su amigo "Mira esos 2, en ese lavabo más que salir cosas del ojete van a entrar..." , Torrini rió como hacía tiempo que no lo hacía y se acordó de Antuan que lo viviría todo en primera linea...

El pobre Antuan aun seguía con el susto en el cuerpo y eso unido a sus probremas gastrointestinales que con frecuencía le perseguían habían hecho que se encerrara en su trono y se coronase rey de Frosinone por un día. En medio de la faena escuchó como alguién entraba al lavabo riéndose ostensiblemente, supuso que se dirigían al meadero. Escuchó como uno le hablaba al otro de las pechugas de una mujer que por lo visto tenía mucho poder y que alguién había sido muy imbécil no queriendo tener nada con ella, que por lo que se comentaba la mujer era una loba en la cama. Cuando se estaban lavando las manos uno le dijo al otro que si hubiera sido él a quien se le hubiera ofrecido la mujer de los pechos grandes en el Amoroso ahora estaría fornicando con ella y no en cualquier lugar del mundo esperando a que ellos los encontrasen y les pusieran a disposición del interrogatorio que les iba practicar Mammadou Sesé Dubu "il PENEttone". En ese momento la cara de Antuan cambió: Mujer pechugona con poder, Amoroso... il Penettone. Un "Oh Dios il Penettone no!!!" salió de lo más profundo de su ser, al poco la puerta se abrió eran 2 matones con los que ya se había cruzado en Nápoles. Ellos se rieron y le dijeron : "Limpiate el ojete, il Penettone sólo trabaja en sitios limpios"...

La cara de Torrini y de Portelli era un poema cuando vieron salir del lavabo a Antuan Gneta con los pantalones medio bajados gritando "il PENEttone no, il PENEttone no!!" y es que la leyenda de Mammadou Sessé Dubu era muuy, muy alargada...

viernes, 10 de diciembre de 2010

Pim, Pam, Pum

George miró a Portelli buscando una salida, pero Portelli seguía en lo suyo, más pendiente de pasar a formar parte del pobre y roñoso mobiliario del café que de convertirse en blanco de los matones de la “Donna de Napoli”. Más aún pensaba que si George había hecho algo por lo que pagar, que pagara, a fin de cuentas el que hoy pudiera ser socio no lo hacía de confianza para mañana. Así había sobrevivido 32 años en los bajos fondos y no pensaba cambiar ahora que se le presentaba la enésima oportunidad de dar el golpe de su vida y dejar el mugriento mundo en el que había pasado toda su vida.

Mientras por la cabeza de George pasaban mil y una posibilidades de evasión, sabía que cada segundo que tardara en responder era un segundo más gastado con las tibias en su sitio. Entonces se levantó lentamente, y le susurró a  Maggie lo más seductoramente posible, que no era mucho:

-          “Soy de los que piensan que las rancheras no deben bailarse”

Mientras Portelli dudaba entre reír o llorar, notó como un pequeño objeto le impactaba en sus botas, botas con historia, historia que ahora mismo no viene al caso. Miró hacia abajo y su mala vista le alcanzó a adivinar un llavero con el símbolo de Citröen. No, el no pensaba mezclarse en esta mierda, al menos no con las condiciones acordadas, el riesgo exige un plus.

George se levantó de la mesa y haciendo uso de una galantería extraordinariamente ajena a su condición de maltés, condujo de la mano a Maggie hasta la barra, mientras pedía a Sall otra ronda. Sall sabía que George no era un buen pagador, pero prefería perder unos cuantos euros a pasarse toda la tarde y parte de la noche frotando la sangre reseca del gotelé de la pared, además, 2 asesinatos más en un local no gastan buena prensa, ni siquiera en Nápoles.

“Antuan” Gneta se levantó de su banqueta, y antes de ponerse su gorra y salir por la puerta frotándose su aún dolorida mejilla, comentó algo al oído de uno de los acompañantes de la señora, que rápidamente cambió el semblante y dirigió su mirada hacia Portelli, al que este hecho no paso desapercibido. Portelli  no era consciente de haber hecho algo que hubiera faltado al respeto a “Petto di Polio”, pero sabía que nada de lo que “Antuan” pudiera decir al oído de alguien podría ser motivo de alegría, y a esto había que sumar que el expediente de Portelli no estaba precisamente plagado de méritos a cualquier premio de buena conducta, por lo que posiblemente tendría descontento  a más de uno. Así las cosas cogió las llaves del suelo y sin dar tiempo a reacción alguna salió por la puerta del café.

George pensaba que su esporádico socio había aceptado el trato ayudándole a escapar de rositas de ese local, pero Portelli sólo quería salir de ahí y llegar lo más lejos posible. Nada más cerrar la puerta del café, avanzó rápidamente varios pasos y comenzó a correr, aunque su carrera duró poco, ya que los cientos de docenas de puros que habían pasado por su boca desde su primera comunión habían hecho mella en él y ya no era aquel niño del barrio de Ponticelli que retaba a sus amigos a correr delante de los carabinieri con la mayor cantidad posible de carteras y cámaras de fotos.

George seguía en el antro con Maggie, preguntándose porqué tenía que ser esa mujer precisamente. George no era lo que se dice un triunfador con las mujeres, bueno, no era un triunfador en ninguno de los aspectos, y nunca había deseado serlo, pero con las mujeres era un caso aparte. A pesar de no ser excesivamente desagradable a la vista, sino todo lo contrario, sus roídos vaqueros, con una variedad pictórica de manchas que para su colección querría la Baronesa Thyssen, y los ambientes en los que se movía, donde las féminas carecen de dientes, le hacían más sencillo recurrir a transacciones económicas por valor de 50€ que perder el tiempo intentando engañar a jovencitas. Por eso, la actitud de Maggie no cuadraba por ningún lado.

Cuando Sall se acercaba con otros tantos “cócteles guapos”, George recordó sus jóvenes años de duro defensa central en los descampados de Malta, junto al Estadio nacional, donde forjó su leyenda de tipo duro a base de fémures, pómulos, costillas, dientes y lágrimas, y disimuladamente zancadilleó al barman, que tuvo la mala fortuna de cortarse en la cara con uno de los vasos que llevaba y comenzó a sangrar considerablemente. George, que se volvía loco con la sangre, priorizó su huida sobre las incipientes ganas de sacar el halcón Maltés que llevaba dentro y preparar una escabechina en el café, así que fingiendo preocupación se ofreció a auxiliar a Sall, y comentando a los presentes que necesitaba del uso del botiquín, de un salto pasó al otro lado de la barra, bien conocido por sus aventuras pituitarias recorriendo caminitos blancos a la luz del alba. George abrió la puerta de la cocina, aunque él sabía que el botiquín estaba en el baño. Lamentablemente para la tranquilidad y sosiego de todos nosotros, pero afortunadamente para los amantes de las historias trepidantes, Sall, con la cara rasgada y el mandil tan manchado de sangre que ocultaba ya prácticamente las primas hermanas de las caras de Bélmez que dibujaban las manchas del vinagre de los pepinillos, gritó a George que esa no era la puerta correcta. George miró a los matones por un instante y cerró rápidamente la puerta.

Mientras tanto, fuera, Portelli había recobrado la vida, y ya se había encendido otro puro mientras buscaba la famosa C15 de George. Al encontrarla, vio que la puerta estaba abierta y alguien estaba intentando hacerle un puente a la furgoneta. Portelli, un tío que en cualquier otro momento de cualquier otro día hubiera echado a correr hacia el otro sentido, pero esta vez guiado por la adrenalina del momento, se acercó al ladrón y sin pensárselo dos veces comenzó a darle patadas en las costillas, bueno, en las costillas y en donde pillara, no estaba la situación para ponerse exquisitos, además las mariconadas esas de Karate y Ju Ji Tsu se las dejaba “a los chinos y a las cincuentonas ricas malfolladas”.  

Lamentablemente, la resistencia de Portelli seguía siendo igual de limitada que en la reciente huida, por lo que a la 7ª  patada ya estaba echando el hígado por la boca. Fue entonces cuando identificó al ladrón, Antuan Gneta, que no contento con ser el soplón de media ciudad, hacia sus pinitos como un vulgar ladrón, ya que lo hacía por placer y tampoco quería pasarse veinte años en la cárcel. “Antuan” Gneta, era un joven suizo de unos veintipico años, mas veintimuchos que veintipocos. Quizá su condición de suizo le hacía permanecer neutral a todos los bandos de la ciudad, lo mismo cantaba de unos que de otros. Su verdadero nombre, Antoine, fue un vano intento de su madre de “afrancesarlo”, para alejarlo de sus raíces napolitanas. Antuan, como le conocían en Nápoles, tuvo todo lo que quiso y necesitó durante su infancia, pero ya se sabe que la cabra tira al monte, y a los 16 años decidió que era más de pizza que de chocolate suizo, así que se lanzó a la aventura con una bolsa de supermercado en mano en donde llevaba 2 camisetas limpias, un par de calcetines y sus inseparables peine y bote de gomina, que aún hoy lucía orgulloso por ahí por donde iba. Ahora no lo lucia tan lustroso, ya que gemía entre el embrague y el freno de la C15 con la cara amoratada. Portelli no se lo podía creer, otra vez Antuan jodiéndole.

En esas se abrió repentinamente la puerta de atrás del café Amoroso, y de ella salió George gritando como un loco “Vamos Vamos Vamos” (en realidad dijo “Andiamo, Andiamo, Andiamo” pero este narrador no quiere pecar de estirado) y se lanzó al colchón que llevaba en la parte de atrás, dándose con el camping gas en la cabeza. Portelli y Antuan se le quedaron mirando sin reaccionar, asíque George se puso a gritar palabras inteligibles como un loco. Portelli y Antuan reaccionaron  más por temor a lo que pudiera haber pasado dentro que por la convicción que en ellos despertaban los gritos de George.  Antuan arrancó de la mano de Portelli las llaves y dio el contacto, pero la furgoneta no arrancaba. En esas, volvió a abrirse la puerta, y aparecieron dos de los matones que acompañaban a Maggie. Obviamente no veían a nadie en la acera, así que empezaron a correr por la calle uno hacia cada dirección. El “osete” pasó por al lado de la furgoneta sin reparar en ellos, pero una vez había pasado unos pocos metros, Antuan logró encender el contacto del coche. No fue eso lo que captó la atención del matón, sino el elevado sonido que el destartalado equipo de sonido que la C15 comenzó a emitir, más concretamente el Canon de Pachabel grabado en un casette, antes blanco ahora amarillo, que se había encontrado años atrás cuando aún hacía la ronda por el aeropuerto de La Valleta, ayudando a portear maletas a turistas que desgraciadamente nunca volvían a verlas. Lo que pasó a partir de ahora deberá esperar a otro día, porque es algo que aún hoy en día me revuelve el estómago.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Bloddy Maggies

Tras la entrada de la susodicha "primera dama", por supuesto con séquito de gorilas con poca pinta de licenciados, la máquina tocadiscos, o gramola como nos gustaba llamarla por aquellos días,  dejo súbitamente de reproducir la gasolina, canción que parecía estar atascada por la inhumana cantidad de veces que se había repetido en el escaso tiempo que Torrini y Portelli habían permanecido en el local, de hecho el café, el más sobrevalorado de la ciudad, todavía no había parado de humear. El último en entrar, conocido en los bajos fondos como "el osete", por la ingente cantidad de pelo que tenía en hombros y espalda, los cuales tenía siempre descubiertos, y por su fama de dar "fuertes abrazos" que hacían más pupa que las hostias propiamente dichas,  propinó un mamporro budespencerniano a la gramola, y ésta, automáticamente comenzó a reproducir esa ranchera de nuestro amigo Jose Alfredo Jiménez titulada El Rey.

Esta entrada tan peliculera provocó el silencio en la tasca ,excepto por una risa tímida pero sonora en Antuan Gneta, el soplón del pueblo, un tipo al que le gustaba ir de oreja en oreja contando los trapos sucios de la gente a cambio de un poco de pavo salvaje. Pobre Antuan, no la vió venir, aunque en su defensa diré que tampoco merecía semejante sopapo.

Maggie, con la barbilla tan alta como si quisiera mirarse por encima de sus propios hombros, se dirigió hacia Sall, el camarero, hijo del famoso capador Inas. Sall era un tipo dicharachero,  aficionado a doblar turnos fuera de la barra una vez que terminaba dentro, hasta que su espeso mostacho quedaba impregnado de la mayor variedad posible de destilados.  Quitándose las gafas de sol, innecesarias ya en este punto, esta dama de baja cuna y alta cama, pidió un combinado que aquí en el Amoroso se conoce como el "cóctel guapo", una bomba incluso para los que tienen hígado de hierro. 

Parecía que el ambiente se había relajado con el paso de los minutos, Portelli y Torrini habían aparcado su conversación para evitar oidos indiscretos, querían pasar lo más desapercibidos posible, ya que despues todo se sabe y todo se exagera, sobretodo cuando una palabra a destiempo puede costarte como mínimo todos los dientes.

Sin embargo, nada de eso sirvió, para cuando habían pasado exactamente 83 minutos, el quinto cóctel guapo había hecho efecto en la señora, que con andar zigzagueante se acercó hasta George y le susurró al oido, ¿bailas? George tragó saliva, buscó una salida mirando a su compañero, que tenía mirada de hacerse el sueco, el noruego e incluso el finlandés, Portelli no quería saber nada de la peliculita. George recordó en ese momento la historia del pirata Cambaral, pillo y hábil como nadie, pero que por mezclarse con quien no debía, una princesa de sangre real su caso, en vez de una de nariz real, como le sucedía a George, acabó sin cabeza que hiciese compañía a su cuello. Y estoy bastante seguro que George no quería eso....sin embargo, podría ser peor negarse...

lunes, 6 de diciembre de 2010

Entre pollos anda el juego...

De camino al Café Amoroso y con las ideas frescas (más fruto de la cantidad de gomina en su pelo que de la ausencia de resaca), George Torrini recordaba sus orígenes. Siempre que le presentaban a la gente le extrañaba la combinación angloitaliana de su nombre: "Eres de Little Italy?" - le preguntaban y la respuesta siempre era la misma:- "No, soy maltés". Ya no les explicaba nada más, ni siquiera de lo difícil que era la vida hace 30 años en Bahar iq Cagaqh. La verdad que no tenía buenos recuerdos de su patria, tan sólo pensaba en ella cuando antes de irse a casa tras una noche loca pasaba por el puerto y como quien no quiere la cosa orinaba "Quizás algún primo mío mañana se bañe junto a mi meada". Eso es lo único que le venía a la cabeza cuando le hablaban de Malta: orín...


Luciano Portelli era el hombre ideal para vivir en ese Nápoles de finales de los 90. Barba, aspecto descuidado, el fajo de liras en el bolsillo de la camisa y puro en boca, quizás para que con el humo nadie supiera donde tenía los ojos puestos. Portelli, llegó a Nápoles desde la pobre Calabria, su primer trabajo fue el de sexador de pollos, pero en el fondo el sabía que había nacido para algo más importante que eso...Él que llevaba el lumpen en la sangre no podía haber llegado al Parque Temático del Trapicheo (como algunos llamaban a Nápoles) para determinar si en el mundo había más pollos que pollas...Con este pasado, su vida quedó marcada y siguio trabajando en el mundo del pollo. Esta vez no había que sexarlos, tan sólo cortarlos. Con la droga ganó pasta, pero no era más que un simple pobre hombre en manos del gran capo, si algo recuerda como positivo Portelli de esa época es la gran afición (y saber) que atesoró jugando al futbolín. Luciano era el Maradona del futbolo. Esta afición y su saber estar y su conversación le acercaron al que manejaba los hilos en Nápoles en hacia el 86, Gesú di Sotto, un tipo al que le generaba remordimientos todo aquello que le daba dinero... Como era de esperar el negocio debía continuar y su muerte era necesaria. Por suerte para Portelli el ya era un tipo de confianza.

Portelli y Torrini se saludaron efusivamente al entrar este último en el Amoroso (un local de mala muerte situado en buena zona, pero que era un lugar de confianza), se conocían muy bien: muchas partidas y muchas botellas de Bourbon habían caído en largas noches de "trabajo". Portelli con el puro apagado era un libro abierto y George Torrini no tardó en ver aquel brillo en sus ojos. Ello unido al poco tino al encenderse aquel COHIBA que tanto le gustaba, le demostró que aquello que empezaba en aquel momento en el Café Amoroso podía cambiar sus vidas y quien sabe también podía cambiar aquella ciudad y aquel país...

Portelli al fin se encendió el puro y le dió una calada a pulmón, en ese momento y mientras sonaba un reaggeton (música que según Portelli era la causante de que a las caribeñas les saliera una protuberancia en el vientre antes que las muelas), entraba escondida tras unas inmensas gafas de sol entró Margarita Diaz da Silva "Maggie" para sus allegados, nada más y nada menos que la mujer de Francesco "Petto di Pollo" Andreotti, el jefe supremo del gran trapicheo en el sur de Italia. Estaba claro que su visita no era casual...

jueves, 2 de diciembre de 2010

"Prehumanos en C15 comen Pizza"





Quizá esa mañana no era una mañana cualquier otra, el ya habitual olor a la gasolina que llevaba chorreando desde hace ya semanas de los bajos de la C15 matricula Pontevedra en la que aún retozaba somnoliento entre palomitas pegadas al codo y latas de Chinotto con ron chorreando y formando un pegajoso charco capaz de captar toda pelusa que osara pasar por encima del colchón de espuma que, muy concienzudamente, meses antes había colocado en la parte trasera de la furgoneta a la vista del por entonces aún grandioso viaje que le aguardaba.

Con el tiempo todo ello cambió, quizá no por el adjetivo en sí, ya que el viaje seguía pudiéndose denominar como grande, pero la connotación que ese oso adhiere a la palabra distaba mucho de reflejar la nueva realidad.

La noche se había hecho larga a pesar de lo tarde que había empezado y por eso una ingente cantidad de vómito custodiaba lealmente el paso de cualquier estibador perdido o necesitado de besar a escondidas de su jefe cigarritos de la risa de esos que un hasta ahora buen amigo libio le proporciona a buen precio. Aún son esas horas en las que el cielo no es ni negro ni azul, ni rojo ni gris, esas horas en las que la fauna nocturna llega a interactuar con los más madrugadores.

Pero en esta parte no hay madrugadores, no hay curiosos ancianos en busca de tribuna en una obra, o señoras que sirven el desayuno a todos los gatos de la zona, bolsa de supermercado en ristre y olorosos despojos en papel de aluminio como munición. No, por esta zona de la ciudad no hay madrugadores, incluso los que se levantan temprano son trasnochados, trasnochados borrachos que probablemente impulsados por la favorable pendiente de la calle han acabado en los aledaños del muelle Vigliena, o señoritas de cariño compartido previo pago que ya se recogen de vuelta a su olivo. Prostitutas y marineros, marineros y prostitutas, he aquí una de las mejores simbiosis sociales que la humanidad ha conocido. Tuve un profesor, ex capitán de la marina mercante, que siempre se pregunta que fue primero, ¿el huevo o la gallina? ¿Los grandes puertos mundiales comparten fecha lugar y hora con los mayores lupanares habidos y por haber porque las señoritas de saldo y esquina,  si sois sabinistas, o de dudosa moral si es vuestra moral la que es dudosa, atraen a los marineros o viceversa? Sin duda este tema ha sido el alimento perfecto para grandes canciones como el Marinero y el Capitán de Andresito Calamaro, por cierto músico de cámara o más bien de casette, del “arcaiquic-audio” que gasta nuestra furgoneta gallega y el indispensable bolígrafo BIC para rebobinar esas casi extinguidas joyas de plástico y cinta magnética.

Pero no es ahora nuestro debate, el ruido de las gaviotas napolitanas es el despertador perfecto y por tanto por nadie deseado. Son las 9 de un nuevo día y la pintada sobre el muro que da a la ventanilla cuando uno se incorpora del polivalente colchón dicta “ANCORA”, así que de un salto, sin pensarlo, como se hacen estas cosas dolorosas como levantarse por la mañana a horas para las que el ser humano no esta diseñado o por causas ajenas al tan delicioso despertar natural, cualquiera se da de bruces con la mañana napolitana, Vesubio al fondo y mar a la derecha, va siendo hora de desperezarse si dentro de 40 minutos es Luciano, Luciano Portelli, un tipo singular el que espera en el Café Amoroso, no muy lejos de la pizzería Da Michele, la considerada por muchos como la mejor pizzería del mundo.