jueves, 30 de diciembre de 2010

Algo huele a podrido... (y no he sido yo)

Durante sus vacaciones en Marbella con su esposa, el capo Andreotti vió como le truncaban uno de los negocios en los que más esfuerzo había invertido, y es que resulta, que dos dos individuos hasta arriba de cocaina le habían incendiado un burdel de su propiedad, situado en el municipio de Carapito, en Guadalajara. Era uno de los negocios más “legales”  que poseía, y de cara al seguro, estaba obligado a personarse en el lugar, para aclarar que él nada tenia que ver con los dos transtornados clientes que le incendiaron el local. Además el incidente nada tenía que ver con ajustes de cuentas ni con ninguna otra organización criminal de la zona, simplemente eran un joven, regordete, con gafas y pelo pincho, y un señor de unos 50 y pico años, pelo blanco, y ya muy consumido, que venían en coche desde un pueblo de Soria. Dos guardias civiles les habían detenido pocos  metros antes de llegar al cruce que llevaba al burdel, y les denunciaron por los fogonazos que provenían de los neones instalados en el automóvil. El mayor de los dos, curtido en mil batallas y posiblemente dolorido por tristes episodios previos con la benemérita como protagonistas, lanzó dos estrellas ninjas contra los agentes, y se dieron a la fuga con las luces apagadas y campo a través por los cultivos de cereal hasta conseguirles despistar. Al llegar al negocio, recargaron fuerzas en el espejo que guardaban en la guantera y salieron decididos a ligar en ese disco pub con luces de neon violeta cuyo zumbido parecía el bufido de un toro.  Dentro la cosa no fue bien, así que les pareció oportuno rociar la entrada con diesel plus y darle fuego.  Al poco rato llegó la policia y les encontró bailando, el joven semidesnudo y sobre su propio vehiculo y el mayor gritando contra Kazajistán mientras las llamas deboraban el inmueble.

La historia sonaba surrealista a todas luces, pero Andreotti tenía que justificarlo y salvar como buenamente pudiera uno de sus más prósperos negocios. Andreotti hubiera dejado al mando de toda la delegación napolitana de su residencia en Marbella a Nelson Otero, un paraguayo mano derecha en la organización, pero Nelson era tan celebre en las calles por su habilidad para ver las oportunidades como por sus nunca confirmados affaires con la señora de Andreotti. Por tanto, prefirió llevarse consigo a Nelson hasta Carapito, y dejar al cargo de la casa y su familia al poco agraciado “Penettone”.

La decisión de ausentarse, no fue bien recibida por “Maggie”, que montó en cólera, estampando todo cuanto encontró a su alcance. “Maggie” estaba ya harta de todos los desplantes de sus esposo, y de la poca libertad que éste le brindaba. Nunca se había imaginado una vida así cuando mientras decidió que tenía que ser su marido cuando realizaba la declaración de la renta para el señor Andreotti y vio la cantidad de dinero que éste manejaba. Su vida se limitaba a cortos paseos acompañada de 4 guardaespaldas, y lo más excitante de cada mes era su visita a Milán, y escuchar las propuestas de su buen amigo el célebre diseñador Gonzannoni, el único hombre al que se le permitía visitar, y sólo a raiz de que se publicaran sus fotos robadas durante sus ultimas vacaciones en Marina D´Or en clara actitud homosexual.

En esta situación, y tras beberse en dos tragos una botella de champaña, Maggie y el Penettone enseguida encontraron puntos en común para su escala en la organización. El plan era perfecto, buscar a uno de los raterillos más conocidos de la zona, y colocarlo en la primera plana de los estorbos de Andreotti. Cuando éste menos lo esperase, y estuviese centrado en acabar con el vulgar maleante, asestar el golpe de efecto y hacerse con el control.  Pero todo se había torcido en el Café Amoroso, cuando George salió por patas con sus dos nuevos compañeros de aventuras. Además Antuan Gneta siempre era un peligro para ellos, ya que raro era el rumor que no había circulado por sus oidos, así que mientras más lejos estuviera de Andreotti y sus hombres, más seguros estarían.

Desde aquel momento, el plan daba un giro de 180º, y colaborar entre todos quizá fuera la mejor y única opción. Además a nadie le amarga un dulce, y en el patrimonio de “Petto di Polio” hay unos cuantos. Así las cosas, poco costó a “il Pennettone” convencer a los tres necesitados mercenarios.

El lugar, una gasolinera ya olvidada en una carretera cortada en medio de un mar de trigo. Los surtidores oxidados, los cristados arpados y los cables colgando daban la tranquilidad necesaria para no esperar a nadie que no estuviera realmente citado. La mañana se presentaba fria, el viento pegaba en la cara de nuestros protagonistas. Todo estaba preparado, George yacía en el suelo, con la cara amoratada fruto de la consentida paliza que había sufrido para dotar de mayor realismo al asunto. Portelli miraba desde el coche de Il Pennetone la triste estampa mientras bebia leche con cocaina, ya que el café le alteraba en exceso. Antuan Gneta estaba entre el trigo, escondido para detonar el pequeño artefacto explosivo preparado en el interior de la C15. Y Andreotti, venía de camino con sus hombres de confianza para conocer de primera mano al ratero que había sido capaz de hacerle perder 18 toneladas en sacos de té provenientes de la India, que no llevaban precisamente té. Todo era perfecto, y si el frio ambiente no hubiese llenado de mocos las narices de todos los alli presentes, podría decirse que el ambiente olía a leyenda…



2 comentarios:

  1. ostia puta has venido con las pilas cargadas del burgo eh jajajaja, legendario xDD

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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