jueves, 28 de octubre de 2010

¿Tu equipo o nuestro equipo?


Muchas veces el deporte refleja muchas de las virtudes de la sociedad, la mentalidad, el espíritu o la entrega son un espejo de la sociedad a la que pertenecen. A nadie le choca que los equipos y deportistas alemanes siempre muestren gran tesón, una fuerte mentalidad y un funcionamiento perfectamente engrasado, como si se tratase de la propia Mercedes, o la Bayer. Tampoco nos extraña que en uno de los países que tradicionalmente más han padecido la economía sumergida y más aceptada socialmente está la evasión de impuestos, como es Italia, sus deportistas aprovechen cualquier resquicio del reglamento para ganar. Incluso sería extraño no ver competir a brasileños como si los tambores y agogós culpables del ritmo de la samba les saliese de dentro.

También es verdad, que todas estas características también tienen su parte mitológica, mitología alimentada en su mayor parte por los ¿periodistas? deportivos, y expertos en marketing de las diferentes plataformas de televisión. Y aunque pueda no gustarnos, la mitología no es más que ficción, ficción con la que podemos recrearnos, pero no creernos. Y es que los estereotipos son ciertos a gran escala, pero falsos si los buscamos individuo por individuo.

Esta claro por tanto, que los estereotipos generalizados no son extrapolables a cada persona individualmente, y esto creo que es aceptado por todos (o al menos por todos los que no son cerrados de mente, y son medianamente leídos (con leer la programación en el teletexto valdría, no hace falta ser un erudito)) Lo que es más preocupante, y mucha gente no ve, es lo que yo llamaría “el camino inverso con efecto rebote”. Se que probablemente esta frase entrecomillada os haya dejado temblando. No hay que preocuparse, esto tiene una sencilla explicación. Es una situación que se da en los deportes de equipo, cuando “alguien” dice algo, ese algo ya pasa a pertenecer a la boca de todo el colectivo, y ese ficticio estereotipo colectivo pasa a ser aplicable a todos y cada uno de los miembros del mismo.

Un ejemplo (de rigurosa actualidad). Estáis una tarde en el bar, sentados, con vuestra cervecita, guardando 3 sitios porque son menos 10 y va a empezar el partido de la semana, y los 3 amigos que esperas aún no han llegado pese a que habían jurado y perjurado que iban a estar puntuales y el que no estuviera a la hora acordada iba a pagar todas las rondas hasta que finalizase el partido (cosa que ni ha pasado nunca desde tiempos de Barrabás ni pasará nunca, allá por ese lejano año en el que algún descendiente de Gallardón logre los Juegos Olímpicos para Madrid). Bien, tras esa tensa espera en la que las punzantes miradas de los señores que no tienen banqueta y van a tener que ver el partido de pie han sacudido todos vuestros chacras (aprovecho para mandar un saludo al Portela) llegan, y aprovechando ese periodo de incertidumbre, en el que salen las alineaciones en la televisión y anónimos niños dan la mano a millonarios en pantalón corto se combina con la relajación por la tensa espera y las citadas punzantes miradas, uno de tus amigos te convida a participar en el partidillo de empresas del día siguiente, ya que en su empresa, la editorial Planeta, se ha quedado coja porque contaban con la presencia de uno de sus celebérrimos escritores, que ha ultima hora ha dicho que él no juega a futbol, que no le gusta, que es más de toros.

Bueno, vosotros os presentáis allí, con el pantalón más “de sport” que luzca al fondo de vuestros armarios, unas zapatillas que podrían contar mil batallitas de abuelo y la camiseta de publicidad pertinente, a poder ser contra la droga o el tabaco, que las regalan masivamente cuando toca campaña de limpieza sanitaria a la población y regalan graciosas estampas, porque claro, damos por hecho que a la hora acordada sólo aparecerás tu en el campo de futbol, ese campo perdido de la ciudad, rodeado de descampados plagados de plantas que nadie planta y objetos que nadie sabe como llegaron hasta allí. Y claro, una vez allí, aunque vayas de sport y haga un viento (frío) “del carajo”, pues el cigarrito de la espera tiene que caer, ese cigarro que tanto ansiamos los no fumadores para hacer algo mientras miramos dos veces sucesivas al reloj y luego oteamos el horizonte esperanzados por encontrar a lo lejos un puntito que a poder ser se mueva a paso ligero preocupado por su tardanza que minutos después se convierta en nuestro amigo, amiga, “amigo”, “amiga”, cónyuge, (o Dios en el caso de las monjas). Bien, llega la gente, a la que obviamente no conoces y no sabes donde colocarte, porque claro, igual la gente de ese equipo ya tiene distribuidos los espacios según la jerarquía, eres el nuevo, no quieres venir a segregar, vienes a aportar.. sumar, y todas las palabras bonitas que se dicen en las reuniones de señores con traje.

Oh si, llega el momento, sales a jugar al campo, que gracias a dios es de hierba artificial porque el cuñado del alcalde del municipio de la ciudad dormitorio al que pertenecen esos descampados se dedica, bueno, pobrecito, dedicaba a la construcción, y claro, una población como esa puede subsistir con 4 médicos y 50 alumnos por profesor, pero lo que sería inadmisible sería que tocaran a menos de un precioso campo de hierba artificial por cada 11 ciudadanos, porque si fueran 22, no podrían jugar unas veces en casa y otras de visitante, no? Perdería la magia.

La cosa es que sales del vestuario, vestuario que es vestuario porque pone vestuario, sin ese cartelito de 5x30 cms en el que pone “VESTUARIOS” cualquiera diría que es una caseta de obra, con agua fría.. pero no.. incautos no, su propio cartelito lo indica.. Bueno, la cosa es que sales y de repente ves un montón de personas tirándote huevos e insultándote, es más me atrevería a llegar mas lejos, con antorchas y útiles de labranza dispuestos a lincharte a ti a tu equipo y a vuestras familias. ¿El motivo? Pues que el famoso escritor que hoy casualmente esta ausente, señaló hace escasa fechas que había mantenido relaciones sexuales con niñas de 13 años en Tokio, y claro, gracias al famoso “efecto inverso rebote”, él, pederasta confeso, aunque no legalmente, os convierte a todo el equipo de empresa de la editorial Planeta en un equipo de pederastas, y tu, que aunque sin comerlo ni beberlo perteneces al equipo, pasas a ser el pederasta de tu barrio, porque perteneces al equipo de los pederastas.

Visto así parece muy obvio, si, pero todos o casi todos de los que hayáis leído hasta aquí habéis sucumbido alguna vez a la injusta fácil corriente popular justiciera. ¿No? Pues mucha gente si, la semana que viene tendréis la continuación a esta entrada, documentada con video y argumentos mas concretos, mientras tanto pensad en ello si queréis, si no queréis no penséis, no obligo a nadie a ser dueño de sus propios pensamientos, solo faltaba.

1 comentario:

  1. ha merecido la pena seguir leyendo hasta abajo porque sinceramente no tenia ni idea de a donde me iba a llevar, pero tengo q admitir que aún me estoy descojonando ( y por otro lado lo siento por ti antoñeta ). Ya sabes que en el makoki sabemos bastante bien como funciona ese "efecto".Solo te ha faltado la puntilla de decir que en los pueblos eso es incluso más acusado, supongo que por el que todos conocen a todos en mayor o menor medida.

    Desde mi cueva de estudio te devuelvo el saludo. Namaste

    PD: ayer fue jueves y no sentí odio gratuito hacia ti, o hacia cualquiera q salga los jueves, creo q voy mejorando :P

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